Accidente de tráfico

Relato breve, Microrelato.


Los obuses caían a diario sobre la base. En casa, los políticos afirmaban que estábamos en misión de paz. Los muertos, nuestros muertos, se contabilizaban como accidentes de tráfico. Enterrados sin gloria ni Honor, victimas de la mofa de la población por su famosa torpeza al volante. Nunca he visto una victima de accidente de tráfico al que le faltase media cabeza por que una bala del cincuenta se saltó un “ceda el paso”. Pero qué más da, ¿verdad? Una bandera encima del ataúd, una medalla por muerte no violenta y una pensión a la viuda. Todo resuelto.
Mi padre era un hombre pacífico, odiaba todo lo castrense. Cuando le comuniqué mi decisión de entrar en la academia me miró fijamente, solo me dijo una cosa: “es tu decisión, no hagas nada que te avergüence”. Con esa premisa grabada en mi cerebro he servido. No siempre fue fácil hacerlo.
En una ocasión, disparábamos a ciegas contra una población en la que unos enemigos se habían parapetado. Nadie quería muertos en las noticias de casa. Nadie de los que nos enviaron allí quería ataúdes con banderas. Preferían muertos locales. Disparamos al pueblo con todo lo que teníamos y luego contamos cadáveres, dos enemigos y veinte civiles. Me avergüenzo. Casi disparo al capitán por aquello, eso hubiese satisfecho a papá. 
En una de esas “misiones de paz”, siendo ya veterano, me destrozaron la pierna. Íbamos camino del aeropuerto. Como cada viernes, recorríamos los treinta y cinco kilómetros que separaban la base del aeropuerto para recoger una maleta. En la maleta venían dos millones de euros destinados a sobornar aquí y allá para que no nos atacasen. Una bomba en la cuneta nos destrozó. Desperté en Madrid con una pierna menos, una medalla por herida no violenta y una pensión. Al parecer tuvimos un accidente de tráfico.

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